Cibeles Madrid Fashion Week, allá vamos

Pensar en moda española, para mí, es pensar en la figura de ese gran talento que trabaja a la sombra, como ese compañero de trabajo que menos reconocimientos se lleva, que menos conocen fuera (y a veces dentro) de la compañía (y el sector), pero cuyo duro y talentoso trabajo a la sombra dice tanto o más de él que el prestigio y la fama de la que otros disfrutan. Que no se me malinterprete, me fascinan las grandes marcas de moda internacionales (me encanta lo que hacen Chanel, Balmain, Céline, Balenciaga, Dior, Yves Saint Laurent… ¡y tantas más!), y su prestigio es bien merecido: el peso de su legendaria marca, el buen hacer de sus colecciones, la persistencia de su legado, la revolución de sus inicios… las razones se cuentan por cientos. Todos los que amamos la moda le damos tremenda importancia a una nueva adquisición de estas firmas, porque además del valor económico (que para muchos y muchas como yo supone un esfuerzo nada desdeñable) existe y es verídico el valor simbólico y también real (de calidad y diseño) de sus prendas y complementos; por eso los lucimos con orgullo y satisfacción.

Pero ¿qué hay de nuestros diseñadores españoles y firmas y marcas españolas? Tenemos figuras importantísimas en nuestro haber (el maestro Cristobal Balenciaga es el mejor ejemplo), marcas que están conquistando el mundo de la moda más allá de nuestras fronteras (Custo Barcelona es muy buen ejemplo), firmas de lujo de procedencia española que hoy forman parte de la élite (mi querida Loewe), jóvenes diseñadores que están sacudiendo las pasarelas con sus particulares diseños (como Ana Locking), marcas que han resucitado de su letargo con un esplendoroso regreso (como El Caballo con Nicolás Vaudelet) y diseñadores de siempre que siguen dando ejemplo a todos los que han ido llegando después (ahí esta Adolfo Dominguez, por ejemplo). ¿Por qué no nos molestamos en conocerlos más, en hablar más de ellos, en comprarles más? Necesitamos afrancesarnos: París sigue siendo para mí el epicentro de honor de la moda en el mundo, no solo porque la historia de esta maravillosa industria está unida a la ciudad, sino porque allí han sabido darle la importancia a nivel nacional e independencia que requiere, el impulso de marketing y de esfuerzos económicos que le conviene y, sobre todo, el valor personal y de marca propia, de identidad, que necesita. En España nos queda mucho que aprender. Paris vende su moda muy bien, mientras que en España… no tanto, no; aunque cada vez se está trabajando más en ello, por suerte.

©Adolfo Domínguez

El arranque de Cibeles Madrid Fashion Week me hace pensar en este tipo de cuestiones, con las que no acabaría ni aún escribiendo durante todo el día. En cualquier caso, os diré que me encanta la moda española (y que la compro, intento, con cierta frecuencia), que creo que debemos salir de ese complejo de «cualquiera lo hace mejor que yo» y armarla bien armada con nuestras semanas de la moda, que se enteren todos del talento que atesoran los ateliers de nuestra geografía y que no somos jugadores de segunda en esta liga. La moda española tiene que despertar, y para eso está claro que necesita ayuda (que casos como el de La Condesa se repitieran a menudo) y un proceso de construcción (y después continuo crecimiento y cuidado) que no será fácil ni rápido, pero que yo estoy convencida de que algún día no muy lejano se culminará.

Feliz apertura de Cibeles Madrid Fashion Week a todas las firmas participantes (lista en la imagen, click para ampliar) y también a muchas, muchas, muchas marcas españolas que no están en la semana de la moda pero sí en las calles, con tiendas fabulosas y género de calidad y buen diseño. Yo también celebraré el comienzo de Cibeles esta noche, en la bloggers party en el Museo del Traje, que se la tenemos que agradecer a Ari, María y Patricia y Demodé.

Y desde aquí doy las gracias a Harper’s Bazaar España y Be trendy my friend porque me permitirán disfrutar de Cibeles todo el fin de semana 🙂 ¡Prometo escribir crónica posterior!